He tardado años para entender por qué Sancho Panza es o fue una de las marcas favoritas en algunos sectores del Reino Unido. Profundizando en la Afición al whisky he conseguido descubrir que algunas sensaciones descritas de la marca encajan con mucha perfección en la expresividad de algunos whiskies. Las notas terrosas, minerales y saladas de Sancho Panza acompañan bien la similitud de notas registradas de algunos maltas y blended.
Valga esta reflexión escrita hace años como introducción al maridaje de lujo que el pasado sábado tuve la suerte de experimentar.
Hace ya tiempo, recibí con dicha el regalo de un Admirado Amigo: Una botella de Whisky The Glenlivet 12 años. He esperado pacientemente el momento adecuado de predisposición y tranquilidad necesarios para abrir y disfrutar este whisky de malta convenientemente.
También, hace ya tiempo, que no fumaba un Habano de Vitola Gran Corona, que exige en torno a las dos horas de dedicación casi exclusiva para apreciar todo lo que este cigarro puede proporcionar. Mas aun si se trata de un Sancho Panza Sanchos del año 2000, cuidado y mimado cuidadosamente durante este largo periodo. El resto, cinco puros más que quedan en la caja que voy agotando paciente y placenteramente. Al fin y al cabo el paso de los años, en este caso, juega a mi favor.
Después del almuerzo primaveral y bien regado de parrillada en familia, vuelvo a mi casa para dedicar un buen rato a las notas sensoriales magníficas que el destilado fino y este cigarro extraordinario proporcionan. Durante dos horas no hubo siquiera el más mínimo aviso de estridencia o discordancia. Tarde muy bien pasada, tarde de lujo.
El aspecto del Sancho Panza elegido era imponente. Ya de por si, en el formato Gran Corona, causan respeto sus 235 milímetros de largo para un cepo 47. Pero este Sanchos en concreto, muy bien torcido y vestido con capa colorado claro, todavía brillante, de tacto sedoso y casi graso, esponjoso en justa medida. Reposado durante largos periodos alternados de humidor y de brisa marina atlántica, avisaba del potencial de sensaciones que estaba dispuesto a ofrecer, como desafiando: “Atrévete conmigo, si eres capaz”.
Comienzo la faena sosegado, preencendiendo con una cerilla larga el pie del cigarro, nada de encendedores jet, la ocasión lo merece. Corte con sacabocados en el centro de la cabeza. Por un momento pensé en usar la guillotina de doble hoja, pero me decidí por el punch, para comprobar el estado del tiro y si fuese necesario, mas adelante corregir con la mencionada guillotina. No fue necesario. Final de encendido con un fósforo corto y unos pocos soplidos suaves.
Humo Habano Fino, elegante y gustoso que invade los sentidos con amabilidad, las notas a sal y minerales son las primeras en manifestarse, como sello de la Marca Sancho Panza. La fumada pide atención y dedicación, con semejante largo de cigarro la cadencia entre bocanadas debe ser medida. Aunque el tiro es generoso a pesar del corte estrecho, un aumento de ritmo puede arruinar el cigarro y la tarde. Calma, la deseada y cautela, que nunca está demás.
A mitad del primer tercio, cuando las sensaciones untuosas comienzan a aparecer, poso el cigarro. Lo dejo tranquilo un rato, refrigerándose un poco mientras suelta un hilo perfecto de humo azul de la combustión. Ceniza blanca sombreada, bonita y compacta producto de una quemada uniforme, que así arderá la mayor parte del tiempo, exceptuando un par de ayudas con el Bic. Poca cosa para unas dos horas de fumada.
Con cierta emoción contenida, finalmente y después de todo este tiempo de espera, saco la botella de The Glenlivet 12 de su caja y de su bonito envoltorio de papel corporativo. Con un cuchillo y con cuidado, realizo un corte limpio en la cápsula, justo en la separación entre botella y tapón. Sirvo, en una copa-catavinos grande, medio dedo de whisky.
Con cariño y cuidado agito la copa desde su pié, mirando el destilado, que sin olerlo tiene el visual semejante a un vino Fino Jerezano Superior: Dorado paja, ligero, cristalino y vivo, pero dejando el la pared de la copa mejores lágrimas, un llanto sofisticado y bonito de apreciar, que anuncia untuosidad, cremosidad y delicadeza.
La nariz percibe con facilidad las notas expresivas y elegantes de recuerdos golosos a pastelería fina: Vainilla, crema, fruta, con un final que lleva al olor a jengibre. Todo esto con el alcohol bien integrado y sin distorsionar el conjunto. Apetece.
En boca se perciben las mismas notas que en la nariz, enriquecidas por sabores frutales que hacen pensar en plátano y piña. El alcohol sigue perfectamente integrado, el paso es untuoso y lento, dejando notas minerales y especiadas en el recuerdo.
Untuosidad esta que va derecha al encuentro del humo del Sanchos, que vuelve a pedir atención. Así como ese fondo mineral que convive bien con el del destilado. Esta primera expresión del maridaje se vuelve notoria y poderosamente placentera, alejándome del resto. Talvez, del resto del Mundo.
Hacia la mitad de la fumada ya he disfrutado de varios “medios dedos” de Glenlivet 12 en el catavinos grande. El Sancho dispara toda su cremosidad durante este largo y generoso segundo tercio, que se relaciona en mi paladar con la untuosidad del Whisky de Malta. El tiempo tiende a detenerse y así se entiende el Arte por permanencia, al que nos referimos los Aficionados cuando un capotazo del Maestro tarda siglos en su recorrido. Si, ese Capotazo que parece no haber terminado todavía.
Hacia el inicio del tercio final cometo un error con el Whisky y con el Gran Corona:
Me entusiasmo un poco entre humo y destilado, sin darme cuenta aumento la cadencia de fumada y el resto de cigarro tiende a calentarse y ablandarse, cerrando el tiro. Echo un poco de agua sobre el Whisky y automáticamente la sensación moderada e integrada del alcohol se diluye y las notas minerales desaparecen. El conjunto de sensaciones cae, indicando bruscamente que The Glenlivet 12 se acompaña solo, a sí mismo. El agua sobra aquí. Sirve para lavarse, aunque dicen que hay algunos que se la beben. Valga ahora el viejo dicho.
Calma y reposo: Intermedio. Dejo el cigarro apagarse y enfriarse, algo receloso de que se raje la capa con las dilataciones forzadas por el aumento de cadencia de fumada. Me termino el Whisky aguado, que si bien ha perdido con el agua, sigue afirmando su untuosidad.
Me sirvo una última copa. He sido comedido y no llego a un tercio botella en dos horas, esta vez me reconozco prudente. Corto, para limpieza, el pie del cigarro con la guillotina de doble hoja y me dispongo a terminar la fumada de maridaje, encendiendo directamente con el Bic.
El tiro sigue ajustado, pero no lo suficiente como para usar de nuevo la guillotina y abrir el corte inicial de sacabocados. Despacito, que merece la pena notar ese humo fino y tradicional de los Habanos de Vieja Guardia, esas sensaciones que proporciona un cigarro que ya no se tuerce, probablemente cosas de los nuevos tiempos y del cambio generacional, pero un Habano de muy Alta Regalía que combina bien con este Whisky superior que esta vez también termina, ensamblando sus notas secundarias de roble ajerezado con las notas casi licorosas del cigarro en el tramo final, manteniendo hasta este último momento y con palabras mayúsculas la afirmación de Maridaje como placer para los sentidos, en soledad deseada, maravillosamente ajeno a todos y a todo lo demás, que sobra.