martes, 10 de abril de 2012

Tabaco y Toros



Fuente: http://elpais.com/diario/1989/05/15/cultura/611186403_850215.html

Novillada en Las Ventas. Una espectadora italiana reprocha a un aficionado español vecino de tendido las bocanadas de humo de su hermoso habano. Respuesta breve y lacónica la que obtuvo: "Señora, esto forma parte de la fiesta". Efectivamente, el reglamento de espectáculos taurinos no recoge mención alguna acerca del consumo de tabaco en los recintos taurinos, si bien es cierto que el tabaco, fundamentalmente puros, está tan entrañablemente unido al mundo de los toros que, como decía Moncho Alpuente, "Una prohibición del tabaco en la plaza de Las Ventas poduciría, sin duda, un motín con graves problemas de orden público".

Daniel Ortas, en su obra de próxima aparición, Lo que fumamos en 100 años, recuerda que en 1888 Heraclio Farias, mexicano de Guadalajara, llegó a España a vender su nuevo sistema de elaboración de puros. La compradora del revolucionario invento fue la compañía Tabacalera representada por su presidente Amós Salvador Rodríguez, quien pasará a la historia no solamente por esta condición, ni por la de ser bisabuelo de Miguel Boyer, sino también por la de haber sido presidente del Gobierno tras el asesinato de Canalejas y por ser el autor de la Teoría del toreo, apreciadísimo trabajo del que desgraciadamente sólo se editaron 200 ejemplares. Es decir, que ya don Amós aunaba en su persona experiencia y conocimiento tanto del mundo del toro como del mundo del tabaco.

Los toros imprimen, parece que por su propia naturaleza, unas costumbres y un componente ritual sin aparente explicación sociológica. ¿Por qué al fútbol se acude muy relajadamente vestido, mientras que a los toros se va con ternos de ocasiones solemnes? Del mismo modo que no se encuentra respuesta a esta pregunta, tampoco se hallará contestación al por qué de comparecer a una corrida con provisión de cigarros.

Adivina adivinando se puede establecer con escaso margen de error en qué sector de la plaza estará ubicado el aficionado que exhiba entre sus dedos o en el bolsillo de su americana labores de una u otra calidad. Panetelas, coronas, lanceros y tubulares, a la sombra, que siempre hay clases; brevas, farias y caliqueños, al sol, que también tiran. Aficionados hay que aprecian tanto el rito que sólo degustan puros cuando se trata de ir a los toros. Habitual también es lanzar desde el tendido puros en la vuelta al ruedo, rasgo que eleva al puro a la categoría de regalo distinguido y como tal es re7 cogido por subalternos y lidiador. "Huele a toros", se dice en Las Ventas cuando lo que llega es aroma de habano.

Curro Cúchares, legendario diestro, hacía compatible su dedicación profesional con el consumo habitual de puros, hasta morir an La Habana de cómito negro, una modalidad del escorbuto, en 1868. Idénticos hábitos estaban presentes en las vidas de Guerrita, Paquiro y Lagartijo, significados fumadores todos ellos. El crítico taurino de este periódico alentaba jocosamente la esperanza de continuidad de Antoñete en los ruedos fundamentándola en un permiso discrecional para que el maestro pudiera fumar mientras lidiaba.

La industria tabaquera de la isla caribeña no dudó en los años 40 y 50 en introducir promocionalmente escenas de todas las suertes taurinas en estampaciones y habilitaciones en las cajas de habanos y vitolas. En las sastrerías de toreros el color tabaco ocupa un destacado lugar entre los muestrarios.

Queda, pues, demostrada y evidenciada la relación entre tabaco y toros. La fiesta sería otra sin habanos. Lo que implica ofrecer más flancos de vulnerabilidad a la incomprensión europea: no sólo se presencia -dirán ellos- un espectáculo violento, sino que además se fuma durante su desarrollo, actitud doblemente incivilizada. Habrá que contrarrestar. Por ejemplo, rótulos a la entrada de las plazas: "Las autoridades taurinas advierten que fumar en este recinto beneficia seriamente a la fiesta de los toros". Es broma, desde luego.

El País, 15 de mayo de 1989


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